martes, 3 de noviembre de 2015

LLegados a este punto... (acercándose a la mitad de la vida...)


Llegada a este punto, ha pasado el tiempo suficiente para haber experimentado qué es eso de ver nacer, y qué es ver a alguien morir. He visto los ojos ávidos, tremendamente vivos, sorprendidos, buscando la teta para mamar, buscando mi olor, para recogerse en mí, recién salidos de mí... He visto lo que sucede en las últimas, cuando vamos a partir a no se sabe donde: el miedo, el desespero, la rabia, la negación y finalmente la entrega... Han dejado este mundo seres muy queridos míos.

He vivido lo necesario para ver procesos vitales, (valga la redundancia) me he sentido privilegiada espectadora en platea de vidas de otros, cercanas. He visto nacer, crecer y acorazarse, a los que en un día fueron cachorritos humanos espontáneos. Ya he podido ver lo que se intuía, o lo que sabía de libro o me contaban mis maestros. ya lo sé. Esos cuerpos ya se han estirado hasta dejar el torso plano, o se han doblado tanto que parecen miradas clavadas en el suelo... Han sido caminos largos, imperceptibles en el día a día, pero ahí están. He visto cómo hablan, miran o se mueven ahora. Supe en su día de sus sueños y anhelos y los veo habiendo entrado en esa rueda que parece ineludible. Ahí están dueños hoy del discurso que en su día les llegó de sus padres, olvidados de sus ilusiones en muchos casos, reprimiendo a sus hijos, tan alejados de ellos y sus problemas reales, que parece imposible que un día ellos vivieran lo mismo.

Sé qué sucede cuando no se ha estado presente, ya sé qué sucede con los vínculos, con los apegos. Sé del peligro de caer en abismos por no haber recibido estructura en su momento, y eso pasa muchísimo más de lo que podemos imaginar. Mucho, mucho más. Sé del dolor de la incomunicación, cuando dos seres humanos hablan sin entenderse, si poder llegar al otro.

Conozco los equilibrios precarios para irse manteniendo, para no resbalar. Me he asomado a un montón de esos mecanismos de defensa que utilizamos para ir tirando, respirando, sobreviviendo... "Pobrecito de mí", o "yo me adapto", o "yo puedo, puedo con todo, soy fuerte, omnipotente", o "no necesito a nadie", o "yo te complaceré hasta el infinito, yo satisfaré todas tus necesidades", o... cualquier papel desempeñado, cualquier disfraz para funcionar en un mundo que se sintió hostil. Cualquier cosa para ser aceptados, formar parte de...

Y aquí, ahora, en este momento, ya he visto caer a muchos. Ya han sucumbido, o casi, tras procesos de autodestrucción que han durado décadas, o toda la vida, a veces... Y me cuesta entender que si uno no se sintió amado, no puede amar, ni siquiera amarse. Me cuesta mucho esfuerzo comprender qué le lleva a uno a la aniquilación, a no querer vivir y expandirse, por tabaco, café, alcohol, vida sedentaria y pasiva, mala alimentación... He visto verdaderos contenedores humanos de porquerías, propias y ajenas. Y cómo han llegado, destrozados, a su cuarentena... los que han llegado...

Y en este momento, también, me sorprendió la vida, porque las corazas se han ablandado y ha salido el cuerpo, sus flujos, sin miedo, potentes, sonrientes, Ya sé que se puede arriesgar, que se puede salir de lo preestablecido, que más allá de la cueva platónica hay vida pulsante en sus colores más nítidos. Sé que no es necesario mucho de lo que creemos imprescindible. He acompañado procesos en los que ha entrado la luz de pleno, vidas que se han fortalecido y han cambiado las prioridades. He visto otro tipo de nacimientos, y otro tipo de muertes. He visto, y soy privilegiada acompañante de ellos, niños que juegan libres, que aprenden libres y libres se expresan.

Y he podido conocer ahora, gente comprometida, apostando por aportar vida a la vida, y expansión, contacto, entereza. A través de la danza, de la expresión en cualquiera de sus formas, valientes, admirables...

Llegada a este punto... básicamente me alegro. De estar viva y de la cantidad de experiencias acumuladas. Se han ido sucediendo etapas, el tiempo con su relatividad ha ido pasando, y los espacios también, y en ello, las relaciones, los vínculos, los amores y desamores, los desgarros y los júbilos.

Siento acercarme a la mitad de la existencia, me di cuenta un día, me entró ese sentir sin más, a gusto, mientras nadaba. Suele sucederme últimamente bastante, me sorprenden emociones con sus matices, toman forma, y las acojo encantada. Nadaba, digo, aunque a veces es cuando paseo, cuando bailo, o me siento en cualquier lugar en el que se está a gusto. Apareció. "Ya han pasado años, bastantes, y sigo sintiendo el cuerpo latir con fuerza, en cada brazada, notando el agua fresca, juguetona, la expansión en cada avance, el placer del movimiento...". Y esa sensación me siguió acompañando en la cotidianidad, en el día a día, en mis tareas, mis ocupaciones varias... La colada, la compra, la comida, los pacientes, los talleres, los grupos de crianza, las clases de expresión... "Estás viva, estás pulsando... estás".



En este momento, ya he llorado un montón. Y de eso, sí, también me alegro. Siento las grietas de mi coraza por las que puede salir algo de mí, y por las que lo que me rodea, los que están a mi alrededor, pueden entrar... No son muchas, ni muy abiertas, eso también lo digo, pero es lo que hay... Llegada a este punto...





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